A mi madre
Novelas, recetas, sobados anillos.
Cajones repletos
de cosas que guardó.
Ropa que ya nunca usará,
fotos de aquéllos
cuyo nombre ha olvidado.
Su vida robada.
Sólo un sueño la aquieta;
cuando, niña de nuevo,
mecida dormita
en brazos del padre.
Y soñando dormir,
la desabrida mueca torna sonrisa,
mientras una mano
inauditamente joven
acaricia despacio la almohada
como si aliviar la pena quisiera
de todos los que recibieron su amor.
Más allá de la ventana, la alta luz del faro
se difumina en neón. No cuesta demasiado ahora
asomarse a la noche
escribir unas líneas
imaginar del otro lado
el tránsito pesado de los mercantes, el agua lenta,
la sombra emergente de un rorcual nonato.
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