martes, 25 de enero de 2011

Erial



La existencia no es geométrica. Este conocimiento
mitiga nuestra orfandad. Basta, aun así,
en una tarde sin viento ni barcas,
observar, sentados junto al lago,
inestables círculos
demorarse sucesivos sobre la orilla
para imaginar
en su impreciso, concéntrico
origen,
algún ser vivo
quebrando la superficie del agua,
garza ante escamosos reflejos alerta, barbo
por silbos del aire ensimismado.

Otras explicaciones caben, sin duda. Quizá
no estando en esta hora desierta
tan solos como creemos
un niño chapotea inconsciente,
a sus ceremonias entregado
en lejano remanso de la memoria.
Tal vez este efecto carezca, según costumbre, de causa,
o bien con leve roce antiguas cenizas
hayan generado estas débiles ondas,
cuyos restos, en fin,
apenas si se divisan ahora lamiendo nuestras botas.

Otoño teje de hojas la ribera.
Es tarde, comienza a hacer frío,
la geometría posee su vida propia.




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