miércoles, 8 de octubre de 2025

Albor

 


A veces, se despierta en medio de la madrugada,

le duele la espalda, no consigue volver a dormir.

En el piso de arriba, un anciano llora y se lamenta, salmodia

la pena por su mujer internada, 

la mujer que nunca volverá a reconocerlo.

Si viviera más cerca del puerto, oiría, 

amortiguando su persistente tinitus 

el rumor de la ría charlando con los neutrinos,

los susurros de la vía láctea

envuelta en sus propios acúfenos,

el gemido lejano de algún ballenato desorientado.


El hombre ha callado. Otras veces

se oyen también los gemidos del perro que lo acompaña,

desazonado quizás por la tristeza del amigo

a quien algunos llaman su amo. 

Ahora podría escuchar mejor los balidos de las nebulosas.

El crepitar del aire en sus oídos

el crepitar de sus oídos en el aire

remontándose hasta donde el cielo vuelve a ser azul

hasta donde el cielo deja de serlo

no lejos de las anémonas

no lejos de las manchas descafeinadas de su taza

bajo el runrún de la Osa

la cháchara despreocupada de la nube de Oort.

Quizá sí pueda volver a dormir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario