viernes, 5 de diciembre de 2025

NANA FRÍA

 


(Penúltimo poema de Beula. Aparecido inicialmente en la extinta Escritores Complutenses, con motivo del octavo cumpleaños de mi hija Sara.)



Milenios de lenta zozobra,

el amanecer se demora. Demudado

bajo los febriles párpados

la lluvia átona de la memoria escucho,

los arroyos quebradizos,

el siseo de las venas.

Desde el útero caliginoso

la tos antigua de padre escucho,

la tibia respiración de Sara

al latir de su madre acordada.

Corazón de finos huesos,

pálpito de inquieta savia.

 

Acaso también, mi vida,

con el duende cornudo sueñas.

Qué vergüenza

nada tener para enseñarte. Qué vergüenza

este miedo a hablarnos de la muerte,

aun si escuchamos el gemido del narval nonato,

la sangre del mineral sobre el óxido,

los augurios sombríos del invierno

envueltos en el viento

que alrededor de la casa gira.

 

Te diremos muchas veces

que de mayor podrás entenderlo. Lo diremos,

serio el ademán, la mirada confusa, sólo por evitar

confesarnos que no sabemos.

Mucho caso no nos hagas

aunque frunzamos el ceño,

pues torpes somos, y estamos cansados.

 

Te diré una verdad, aunque en la verdad no crea:

tampoco es nuestra la culpa. Nos contamos historias

para ir pasando el rato.

Hay tantas cosas, corazón, tan raras:

por qué es universo el universo y no,

pongamos, nada fría, tibia nana.

Por qué en su entraña habita

oquedad tan luminosa que la luz huir no puede,

negra pupila que las miradas bebe. Por qué a crecer empieza,

y de crecer no para,

y bosques mañanas bares

nebulosas atraviesa

y le da por seguir, por nunca detenerse, y a todos sitios lleva,

río que en ningún estuario remansa

ni en mar alguno desemboca. Por qué se nace,

por qué se muere, por qué se piensa

lo que uno pensar no quiere.

Si se aburría la energía

cuando era nada fría, suave brisa, aire ligero.

Si del cuarzo los cristales son pensamientos,

si sobre su soledad el cuarzo, compungido, reflexiona.

Por qué los porqués nunca de acabar acaban,

por qué sueñan las personas

y no hacen ruido las horas.

 

De todo eso nada sabemos.

Así que mucho caso no nos hagas.

Duerme y sueña, a madre aferrada. Tiempo tendrás

de ir a la escuela, repetir los verbos,

aprender la sintaxis, olvidar la sintaxis,

tiempo tendrás

de conocer los cuerpos mientras lames la mañana.

Sombra mía, cariño del alma.

Escucha mientras tanto

los latidos del tímpano en la arteria,

el murmullo de la bruma en la ventana.

Otro día sobre cachelos tiernos

las palabras pringosas tragaremos.

Y en otros días tal vez recuerdes

aquel tiempo de tiempo lento

cuando el futuro nunca empezaba,

cuando las palabras asadas

nos tiznaban toda la cara.

 

En esta noche de milenios

no os soltéis de la mano,

qué bien sentir la lluvia ahí fuera

el pijama y las sábanas bien secas.

Sístole calla, diástole olvida,

la vía láctea se va quedando dormida.