Vestidos azules en el parque de los pensamientos, dalias sobre el corazón, mis esperanzas no han fructificado.
No desprecio a la gente con la que trato, no me desprecio. Si puedo
parecer insatisfecho se debe solo a que, en ocasiones, cuando marcho de una
ciudad a otra, despierto entumecido en un vagón de ferrocarril, triste la
garganta, secos los labios, y siento como si ahí fuera, desdibujados por la
lluvia y el reflejo inestable de mi rostro en el cristal, los árboles enviaran
señales prodigiosas que no consigo descifrar.